LA TORRE DE GARCI-MÉNDEZ: EL USO DE SUS ESTANCIAS A LO LARGO DE LA HISTORIA.

 



Al tratar sobre la Villa carpeña, numerosos autores, desde Juan Páez de Valenzuela, que nos relata la estancia de Felipe IV en la población en 1624, hasta los más recientes como Felipe Toledo, José Luis Lope y Mª Ángeles Raya nos describen detalladamente la distribución interior de la torre de Garci-Méndez, siendo de destacar el magnífico estudio del arquitecto Félix Hernández, base de los realizados posteriormente.

Por tanto, la razón de este trabajo, no estriba en dar a conocer sus características, de sobra conocidas, sino permitir adentrarnos en el uso que a lo largo de su existencia han tenido sus dependencias interiores, aunque para ello, hemos de realizar una somera descripción de las estancias que la componen.

Partiendo de la composición interior de la torre, en dos cuerpos adosados a lo largo de sus 24,75 metros de altura, uno destinado al propio acceso y subida, a través de una escalera que se desarrolla en cómoda rampa peldañeada,  al estilo de la Giralda sevillana, que sube hasta la terraza; y el otro dividido en tres amplias cámaras o salones coronados por bóvedas de arista, siendo la estancia más elevada, de cúpula semiesférica; advertimos en el momento de su construcción y en su factura, un destino preferentemente señorial residencial, en mayor medida que defensivo, aunque configurado y preparado como refugio para afrontar un imprevisto bélico de retaguardia, sin perjuicio de que las particulares vicisitudes de la Casa de los Haro y Sotomayor, y sobre todo la posterior construcción del cercano Palacio, modificasen pronto esta finalidad primigenia de su construcción.

La amplitud y riqueza arquitectónica de sus tres estancias superpuestas, muestran bien a las claras, esta originaria finalidad señorial; destacando ya en el primer salón de planta cuadrada, la hermosa bóveda de arista que arranca de ménsulas intermedias góticas, con nervaduras pintadas con apariencia de terceletes del mismo estilo. Tanto la bóveda como los revestimientos de los muros y pechinas son de ladrillo, aunque en otras épocas han estado recubiertos con estuco. Esta primera dependencia iluminada por una enrejada ventana, sirvió en sus comienzos como habitación principal del alcaide de la fortaleza. Después cuando la torre pasó a formar parte del más amplio recinto fortificado -finalmente derruido- los aposentos del alcaide pasaron a la contigua construcción, que quedaba unida a este salón mediante una puerta, de la que hoy queda el vano macizado. Los restos de pintura y de elementos de decoración en las paredes, ofrecen testimonio del rango de este uso habitual, a pesar del deterioro sufrido a lo largo de los siglos, en que, o bien ha carecido de uso, o ha sido utilizado como palomar y hasta incluso como calabozo de prisioneros y detenidos.

Durante la visita de Felipe IV en Febrero de 1624, fue utilizada como aposento del Conde de Portoalegre y sus criados, que formaba parte del séquito real. Esta sala, ha venido también denominándose más recientemente como  Sala de los Mosaicos, por los restos de varios mosaicos romanos, que fueron colocados sobre el pavimento de esta cámara, al ser allí trasladada, tras su descubrimiento en el cercano Cortijo de Carrasquilla, en 1914 y que actualmente permanecen allí.

 No se ponen de acuerdo, de todas formas, los historiadores en cuanto a la permanente utilización de esta dependencia por el Alcaide, asignándosele también la de aposento del  Señor de la Villa, en algunas etapas históricas, aunque como ya hemos expuesto, nos parece más acertada la tesis de su utilización como estancia del alcaide de la torre.

 La cámara intermedia, que se alza, sobre la anteriormente descrita, ocupa una superficie de 5,80 metros de lado, y el arquitecto Félix Hernández, la describe de la siguiente forma:

“Cúbrela  una bóveda esquifada de ocho paños sobre imposta de listel y nacela en sus encuentros hay otros tantos finos nervios de sección rectangular que arrancan también con perfil de nacela, sobre la imposta; para reunirse en la clave. El paso de la planta cuadrada a la circular de la bóveda se realiza mediante trompas en los ángulos, formadas por semi bóvedas de arista tras arcos lobulados".

Esta bóveda estuvo igualmente cubierta de estuco, y otorga a la estancia gran esbeltez, con sus 6,80 metros de altura, destacando sobre todo los ya mencionados  arcos de herradura lobulados, con 17 lóbulos cada uno; y los tres huecos existentes en sus muros abiertos con posterioridad al exterior, que dan amplia luz a la sala, sobre todo dos de ellos, con forma de grandes ventanales.

A esta estancia cuadrangular se la denomina como Sala de los Lobos. Señala Muñoz Vázquez, que es posible que se debiese a los "lobos" del escudo de armas de los Haro. De ser así, hubo de adoptarse esta denominación tras el matrimonio de Beatriz Méndez de Sotomayor, Señora de El Carpio, con Diego López de Haro, en 1472.

Durante la referida visita de Felipe IV, en 1624, fue destinada a aposento del Marqués de Castell Rodrigo y sus criados, miembros igualmente de la comitiva que acompaña al rey.

Nos inclinamos a pensar que, sin duda hubo de ser utilizada en una primera etapa, para las grandes ocasiones, como alojamiento de invitados e ilustres visitantes, pero sin olvidar que a causa de las largas ausencias de los Haro y Sotomayor y en especial a la construcción en 1671 del palacio o casa solariega de los Marqueses de El Carpio, probablemente sufrió un progresivo deterioro y largo abandono, fruto del cual al desplazarse al palacio, la residencia señorial, quedó después como lugar de almacenaje de alimentos, piensos, etc., dados los generosos cimientos de la torre y el ser un cuarto situado en una planta alta, suficientemente aireado y libre de humedades para este uso.

La última estancia, situada en el tercer nivel, de planta cuadrada, con 6 metros de  lado, cubierta con cúpula semiesférica sobre cuatro trompas de ángulo, superficies  cilíndricas triangulares a las que frentean arcos de herradura que arrancan de ménsulas de piedra, podemos afirmar que constituye la más hermosa y mejor resuelta de las que componen este cuerpo de la torre.

En el muro frontero a la puerta de entrada a la sala, desde la escalera, tiene tres huecos con arcos de herradura, recuadrados como todos por un alfiz, prolongándosele central con un voladizo, sobre ménsulas de piedra, formando una garita con función de matacán, de elegantes proporciones.

El hueco único que se abre en el centro de los muros laterales, está formado por dos arquillos gemelos de herradura sobre una columna central, con capiteles corintios semejantes a otros del siglo IX, del reinado de Abd AI-Rahman II, con decoración de "nido de avispa". Tienen grandes cimacios, de curva de nacela y fustes con galbo, probablemente romanos.

Estos materiales, es bastante probable, que fuesen traídos de la antigua fortaleza de Alcocer, cuando Garci-Méndez de Sotomayor, decidió la construcción, de la torre en 1325 y usados por el maestre Mahomad, alarife y arquitecto de esta singular obra de estilo mudéjar, a la par que erudito de reconocido prestigio y documentado que para esta obra fue auxiliado por el obrero Ruy Gil.

Así lo corrobora Muñoz Vázquez, al afirmar que los fustes de origen romano, proceden al parecer de Onuba, y los capiteles, de la destruida alcazaba de Alcocer bajo el dominio árabe.

Vemos, por tanto, que la estructura de esta sala es magnífica y está dotada de la riqueza decorativa, aún más bella que la de las estancias situadas en las plantas  primera y segunda. En esta estancia, se aprecia su singular traza mudéjar, y nos indica claramente su uso destinado al momento de su construcción, para aposento del Señor de El Carpio.

Las recientes obras de consolidación y restauración posterior del monumento, dirigidas por el arquitecto José Luis Lope a iniciativa y patrocinio del Ayuntamiento de El Carpio, ha devuelto a este salón toda la luz que sus amplios ventanales otorgan.

Unánimemente se la viene denominando como "Sala Áulica”, en referencia a constituir la parte noble de la torre, destinada a este uso privado de sus primeros moradores Garci-Méndez de Sotomayor y su esposa.

Juan Páez de Valenzuela, capellán de Don Luis de Haro y Sotomayor, al que siguen Muñoz Vázquez,  relata con ocasión de la estancia de Felipe IV en El Carpio, que en el cuarto que llamaban del corredor en el gran salón de la tercera planta de la torre, que tiene balcón con vistas a la sierra y a la campiña, se dio en ella aposento al Marqués de Belmonte”.

 Esta sala, por ser la más segura y de más difícil acceso en caso de ataque, permitió sin duda, que con el tiempo, su uso residencial se modificase, sobre todo al dejar de utilizase la torre como vivienda de los señores de El Carpio, con motivo de las sucesivas ampliaciones y edificaciones que en torno a la misma, fueron construyéndose, hasta constituirse en una  amplia fortaleza, quedando la torre ya a mediados del siglo XIV como zona fortificada y auxiliar del castillo, en la que quedaba  integrada la misma como eje central, a modo de torre del homenaje, rodeada por el patio de armas y resto de dependencias más cómodas y principales.

 En base a ello, se viene admitiendo la posibilidad de que esta amplia dependencia, fuese destinada desde entonces a armería.  

 No cabe duda por otra parte, que muchos carpeños, recordaran anécdotas sobre la utilización que en no muy lejanas, y a veces tristes ocasiones y acontecimientos, ha tenido esta esbelta torre mudéjar, para la que reivindicamos su inclusión en la futura ruta del Mudéjar, que la administración de nuestra Comunidad Autónoma, tiene proyectado establecer.

 En relación con el uso de la torre, podemos afirmar que debido a la estratégica ubicación de las propiedades territoriales cordobesas de los Méndez de Sotomayor se pudo ir produciendo, desde el primer momento, una progresiva mayor vinculación de Garci-Méndez al reino de Córdoba, a lo que contribuyo su matrimonio con Urraca Alfonso, hija del Señor de Cañete, desplazándose quizás el lugar de su residencia hacia la cercana ciudad de Córdoba donde poseía por herencia de sus antepasados diversas casas, en la plazuela de Dona Muña (actual calle Leiva Aguilar esquina con calle Buen Pastor) y en la parte oriental de la muralla, entre el Portillo de Corvache y la calle Cabezas (actual calle de San Fernando y Cabezas), sin olvidar que a él contribuyó la incesante actividad de Garci-Méndez, que participo en numerosos hechos de armas en la frontera con el reino musulmán de Granada, así como especialmente en la Batalla del Salado en 1340, y en la conquista de Alcalá la Real, auxiliando a Alfonso XI en todos los acontecimiento militares, que no le permitieron por tanto disfrutar de largas estancias en El Carpio, contrariamente a su hijo Gómez García de Sotomayor, que tuvo probablemente una vida más sedentaria y centrada en su dominio señorial, junto a su esposa Guiomar Sánchez de Baeza.

 Pero si relevante es destacar el uso de este monumento de marcada importancia en el arte mudéjar a lo largo de la Historia, mayor aún lo es, el haber conseguido su uso para el pueblo carpeño, otorgándosele a la torre una utilidad y puesta en valor, acorde con la especial significación que la misma tiene para esta población.

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