EN EL BICENTENARIO DE LA ESTANCIA DEL REY, LAS CORTES Y EL GOBIERNO EN EL CARPIO (1823) DURANTE EL TRIENIO LIBERAL.
JULIÁN HURTADO DE MOLINA DELGADO
Cronista oficial de El Carpio
Conmemoramos
el Bicentenario de la estancia en El Carpio del Rey, las Cortes y el Gobierno
de nuestro país en 1823, con motivo de los vaivenes sociopolíticos originados
durante el llamado Trienio Liberal a causa de la desafección de Fernando VII al
régimen constitucional.
Tras la
promulgación en Cádiz de la Constitución española de 1812, el regreso en 1814 del
infausto monarca Fernando VII provocó la vuelta al absolutismo, hasta que en
enero de 1820 el general Rafael de Riego acantonado en ese momento en la
población sevillana de Las Cabezas de San Juan proclamó la restauración de dicha
Constitución, consiguiendo el apoyo general del país hasta conseguir que meses
después Fernando VII se viese obligado en Madrid a acatar y jurar dicho texto
constitucional.
Comenzó así el
Trienio Liberal o Constitucional en el que, restablecida la vigencia de esta
norma suprema, las intrigas del ominoso rey y los conflictos causados por la
rivalidad entre liberales dificultó en extremo la labor de las Cortes y del
Gobierno liberal en los tres años siguientes (1820-1823). Durante este periodo
fue constante la permanente conspiración real para acabar nuevamente con el
sistema constitucional, entre otras artimañas solicitando ayuda a las potencias
absolutistas europeas para que invadiesen la península y restableciesen el
poder real absoluto, junto con la rivalidad entre liberales “moderados”,
partidarios del equilibrio de poderes entre las Cortes y el Rey, y los
“exaltados” defensores por su parte de redactar una nueva constitución que
dejase clara la sumisión del poder ejecutivo al legislativo y de la jefatura
del Estado a la Soberanía nacional e igualmente partidarios también de
propugnar mayores libertades y reformas sociales.
Consecuentemente
en estos años, la corporación municipal carpeña, al igual que el resto de las
poblaciones españolas, estuvo constituida por liberales defensores de los
valores constitucionales, los cuales habían proclamado solemnemente la
mencionada constitución en un acto público en la puerta del edificio
consistorial en 1820. Son dirigentes en esta época los alcaldes Ignacio Gil
Sagreda, José Candán Peña y Francisco Pavano. La corporación municipal por
tanto se formó en la sesión celebrada en ese año por el consistorio presidido
por el alcalde mayor saliente, el párroco, militares y dos vecinos elegidos
mediante elecciones municipales por los propios carpeños como sus
representantes, para votar la formación del ayuntamiento constitucional. Del
mismo modo y para defender el sistema liberal se forma la agrupación local de
la Milicia Nacional voluntaria en El Carpio.
Las intrigas
palaciegas dieron sus frutos y tras conocerse la reunión del Congreso de
Verona, celebrado a finales de 1822, en el que las potencias extranjeras
acordaron intervenir en España para restablecer a Fernando VII en sus poderes
absolutos, el rey Luis XVIII de Francia, perteneciente también a la Casa de
Borbón, encontró la oportunidad de invadir el territorio español que de nuevo
se vio sometido al ejército galo, para apoyar el absolutismo fernandino. En
consecuencia, el gobierno del Estado y el poder legislativo acuerdan con fecha
20 de marzo de 1823 trasladarse a Sevilla y como evidentemente no se fiaban del
rey felón, aunque éste expresó evidentemente sus reticencias, se lo llevaron
respetuosamente con ellos, ante la evidencia de la entrada de las tropas
francesas, que efectivamente atraviesan los Pirineos el 7 de abril de 1823.
Ya
anteriormente, en octubre de 1822, hace ahora por tanto doscientos años, el
general Rafael de Riego, adalid y restaurador de la Constitución, llega y pernocta
varios días en El Carpio para supervisar el tránsito expedito del camino Real y
la lealtad de las poblaciones andaluzas. Es recibido por los carpeños, que
mayoritariamente renuevan su cumplimiento y homenaje al régimen liberal,
mientras el sector más conservador de la población continuaba en privado
manteniendo su adhesión al antiguo régimen absolutista.
Cuando los máximos
representantes de los poderes de la monarquía constitucional abandonan Madrid
ante la inminencia de la llegada de los llamados Cien mil hijos de San Luis,
que entran invadiendo nuestro país, el Rey, su esposa, los infantes y la corte
junto con la totalidad del Gobierno y las Cortes españolas llegan en tránsito a
El Carpio el 2 de abril de 1823, donde pernoctan, siendo recibidos entre
aplausos y vivas a la Constitución.
Previamente en
la programación del viaje a Sevilla, el gobierno había comunicado al
ayuntamiento carpeño su inminente llegada para hacer noche en dicha población,
lo que significaba una pesada carga para ésta y para los pueblos limítrofes,
pues había que dar alojamiento y comida tanto al rey con la corte y séquito,
como a los diputados y mesa de las Cortes y a los ministros del gobierno, junto
a los militares y acompañamiento que integraban el cortejo. El ayuntamiento de
El Carpio se ve obligado a solicitar al de Bujalance el mobiliario y enseres
para ese día, al mismo tiempo que el Jefe político de la provincia de Córdoba
ordena que la Milicia Nacional de El Carpio se desplace a Villa del Rio, para
escoltar y proteger a la cúpula del Estado hasta su llegada a la villa de la
torre de Garci Méndez. Los escritos que se intercambian durante el mes de marzo
de 1823 entre el ayuntamiento de El Carpio, el de Bujalance y las autoridades
del Estado son bastante elocuentes de todo ello:
“Viose una
circular del Jefe Político que comunica que S.M. ha resuelto el traslado de su
Gobierno y las Cortes a la ciudad de Sevilla, a cuyos efectos deben estar
prevenidas las Milicias Voluntarias para proteger el camino”.
“Viose un oficio
de la Villa del Carpio, su fecha 18 del corriente, por el que notificando el
tránsito que hace S.M. con su gobierno y Cortes en dicha villa el dos del
próximo abril, exige que para dicho día estén preparados los bagajes que
podrían necesitarse y que además se inviten a estos vecinos para que conduzcan
con víveres a dicha villa, que serán vendidos a precios convenientes,
ofreciéndoles toda protección en sus personas y bienes; y en su virtud: Se
acordó que la diputación de Guerra forme una lista a cuyos dueños se les cite
para que en dicho día las tengan prontas y expeditas al primer aviso y que no
tengan excusa para entorpecerlo o eludirlo y que también se haga otro embargo
de carretas…”
“Viose un
oficio del Ayuntamiento del Carpio, su fecha veinte de marzo, por el que
noticia a esta corporación [la de Bujalance], que el día dos del próximo abril
hace transito por aquella villa Su Mag. y altezas y su Gobierno y Congreso
sucesivamente y para la asistencia en dicha noche y auxilio para el transporte
piden cien bagages mayores y menores, quince carretas, dos yuntas para cuartos,
cien camas completas finas, cien sillas de taburete y cuatro sofás…”
El Jefe
Político manda que la Milicia Nacional de ambas armas, para el día 29, se ponga
en marcha a Villa del Rio, que permanezca en ella guarneciendo el puerto
durante el paso por ella de S.M. y las Cortes y el Gobierno y que se prevenga a
los comandantes no permitan pasar a ninguno de la comitiva que no tenga
pasaporte firmado…”
Durante ese
día de abril, El Carpio fue la sede de todos los poderes del Estado y más altos
dignatarios del Estado a la sazón Fernando VII con la familia real y los
notables de la corte, el secretario del Despacho y de Estado (Primer Ministro)
Evaristo Fernández San Miguel Valledor y otros ministros como Felipe Benicio
Navarro, Miguel Lòpez-Baños, Dionisio Capaz, Mariano Egea, José Fernández
Gascó, y José Manuel Vadillo, así como el presidente del Congreso de los
Diputados Manuel Flores Calderón y demás diputados, que tratando de defenderse
del invasor francés habían salido de Madrid, aunque de nada sirvió el traslado
de las autoridades a Sevilla y posteriormente a Cádiz, puesto que las tropas
invasoras acabarían reponiendo por la fuerza a Fernando VII como rey absoluto,
quien el 1 de octubre de ese año 1823 disolvió las Cortes, aboliendo la
Constitución y restableciendo la monarquía absoluta, dando paso a la llamada
“Década Ominosa”, durante la cual renunciando a su compromiso de amnistía a los
constitucionalistas el rey ordenó una ola de represión en la que las
ejecuciones de liberales fueron cotidianas, siendo encarcelados mas de veinte
mil ciudadanos, por el simple hecho de haber colaborado con las autoridades
durante el trienio liberal, viéndose finalmente quebrantadas las libertades
políticas y civiles de la población.
El Carpio no
fue ajeno a esta atroz etapa histórica, siendo encarcelados los alcaldes y
regidores elegidos durante la vigencia de la Constitución y repuestos en sus
cargos los ediles defensores del absolutismo que habían venido formando el
consistorio carpeño antes de la proclamación de dicho texto constitucional.
En suma, una
difícil etapa histórica para El Carpio en la que, al igual que el resto del
país, sufrió las consecuencias de una larga controversia entre un sistema
político, económico y social absolutista que fenecía y uno nuevo de principios
liberales constitucionales que pugnaba por llegar y que finalmente triunfó.
Pero no sería el único episodio histórico importante que viviría El Carpio, ya
que posteriormente en 1868 la población carpeña se vería situada en el
epicentro de una nueva disputa política, social y militar, que esta vez traería
como consecuencia el destronamiento de la reina Isabel II, tras la Batalla del
puente de Alcolea, cuya base de operaciones estuvo en El Carpio.
Quede este
retazo de nuestra historia como testimonio y conmemoración de esta estancia del
Rey, las Cortes y el Gobierno en El Carpio, en tanto los carpeños disfrutan
nuevamente de su Feria Real, tras los aciagos años de pandemia.
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